REALIDAD QUE SUPERA LA IMAGINACIÓN DE STAR WARS

La realidad ha superado la imaginación que llevó a Star Wars a inventarse Tatooine, el desértico planeta de dos soles, hogar de Luke Skywalker, de los jawas, de los moradores de las arenas, y que vio nacer a Darth Vader. Tatooine, en realidad, era un desierto de Túnez, y por lo tanto tenía sólo un sol. Sin embargo, en 2020, el telescopio espacial TESS de la Nasa; y el pasado junio dos telescopios del desierto de Atacama, descubrieron los planetas, TOI-1338b y BEBOP-1c, que formaban parte de dos sistemas circumbinarios. Es decir, que tanto TOI-1338b como BEBOP-1c, giraban alrededor de dos soles. Es decir, que si nos encontráramos sobre la superficie de TOI-1338b o BEBOP-1c, y levantáramos la cabeza, veríamos los mismos dos soles que Luke en Tatooine.

Ahora, el estudiante de doctorado Jonathan Dodd, y el profesor René Oudmaijer, ambos de la Facultad de Física y Astronomía de la Universidad de Leeds; junto al Dr. Miguel Vioque del Observatorio ALMA en Chile, y la Dra. Abigail Frost del Observatorio Europeo Austral en Chile, acaban de subir la apuesta a tres soles.

“El mejor punto de referencia para esto es Star Wars”, reconoce Dodd en la investigación que acaba de publicar Monthly Notices of the Royal Astronomical Society.

El trabajo parte de estrellas masivas Be, descubiertas hace 150 años por el astrónomo italiano Angelo Secchi en 1866. Están rodeadas por un disco de gas, similar al de los anillos de Saturno en nuestro propio Sistema Solar, pero hasta ahora nadie sabe cómo se formaron.

El consenso astronómico sugiere que los discos son resultado de la rápida rotación de la propia estrella, o por la interacción de una segunda estrella próxima. Pero tras analizar datos del satélite Gaia de la Agencia Espacial Europea, los científicos han encontrado evidencias de que estas estrellas no sólo existen con la ayuda de una segunda estrella, sino también de una tercera, con tres cuerpos interactuando entre sí.

Para llegar a esta conclusión los astrónomos observan la forma en que las estrellas se mueven en el cielo nocturno durante períodos de 10 años, y de seis meses. “Si una estrella se mueve en línea recta sabemos que solo hay una estrella, pero si hay más de una, veremos una ligera oscilación o, en el mejor de los casos, una espiral”, explica Dodd.

Los investigadores se centraron en las Be y en las B, que son aquellas que se encuentran en la última etapa de la evolución estelar, cuando una gigante roja pierde sus capas externas de hidrógeno antes de que en su núcleo comience la fusión nuclear del helio.

Luego buscaron estrellas compañeras que estuvieran alejadas y descubrieron que, en contra de todo pronóstico, en las separaciones más grandes, la tasa de estrellas compañeras era muy similar entre las estrellas B y Be, cuando debería ser al revés, por eso creen que faltan estrellas. “El hecho de que no las veamos podría deberse a que ahora son demasiado débiles para ser detectadas”, apunta el profesor Oudmaijer, investigador principal.

De esto dedujeron que, en muchos casos, entra en juego una tercera estrella, que se acercó lo suficiente a su estrella Be como para transferirle la masa y formar su característico disco. Estas estrellas se han vuelto demasiado pequeñas y débiles para ser detectadas, después de que la estrella Be, la «vampiro», hubiera absorbido gran parte de su masa.

“Durante la última década, los astrónomos han descubierto que la binaridad es un elemento increíblemente importante en la evolución estelar. Pero ahora nos estamos acercando a la idea de que es más complejo que eso, y que es necesario considerar las estrellas triples”, apunta Oudmaijer. “De hecho”, añade, “las triples se han convertido en las nuevas binarias”.

El descubrimiento podría tener enormes impactos en otras áreas de la astronomía, incluida nuestra comprensión de los agujeros negros, las estrellas de neutrones y las fuentes de ondas gravitacionales, apuntan los investigadores.

“Actualmente se está produciendo una revolución en la física en torno a las ondas gravitacionales. Sólo llevamos unos años observando estas ondas, y se ha descubierto que se deben a la fusión de agujeros negros. Sabemos que estos enigmáticos objetos existen, pero no sabemos mucho sobre las estrellas que se convertirán en ellos. Nuestros hallazgos proporcionan una pista”, concluye Oudmaijer.

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