En total, 83 personas murieron, 111 están desaparecidas y más de 129 mil debieron abandonar sus casas debido a las lluvias torrenciales que provocaron la subida de los cauces y deslizamientos en el estado de Rio Grande do Sul, según los últimos datos de Defensa Civil.
La catástrofe, que los expertos y el propio gobierno brasileño vinculan al cambio climático, dejó un «escenario de guerra», describió la víspera el gobernador del estado, Eduardo Leite.
364 comunidades quedaron afectadas y muchas de ellas siguen aisladas, sin comunicaciones ni suministros de servicios básicos.
En Porto Alegre, la moderna capital del estado con 1.4 millones de habitantes, este lunes salió el sol pero buena parte de sus barrios continuaban bajo el agua.
Neucir Carmo, residente del barrio de Floresta, contemplaba preocupado la creciente: «Anoche el agua llegaba hasta la esquina, se había estabilizado. Hoy, nos despertamos y ya está enfrente de mi casa y continúa subiendo… no se sabe hasta dónde llegará», comentó a la Afp este hombre de 62 años.
El río Guaíba, que divide la ciudad, alcanzaba en la mañana 5.27 metros, encima del récord de 4.76 metros registrado durante unas históricas inundaciones en 1941, pero se había estabilizado tras alcanzar un pico de 5.30 metros la víspera.
Rescates y racionamiento
La fuerza de las aguas arrastró puentes y carreteras, y causó deslizamientos que interrumpieron unas 200 vías de circulación, dificultando el socorro.
En helicópteros, lanchas o botes, las fuerzas militares, bomberos y voluntarios siguen trabajando contrarreloj en las tareas de rescate.
Casi 14 mil militares fueron movilizados en la región, según el gobierno.
Una semana después de que las lluvias empezaran a arrasar con todo a su paso, el suministro de agua y de víveres está comprometido y las autoridades temen por el abastecimiento.
La alcaldía de Porto Alegre decretó un racionamiento de agua y restringe su uso exclusivamente para consumo esencial.
«No estamos encontrando casi nada en el mercado. Ya hace tres días que estamos sin agua», lamentó Carmo.
Ola de solidaridad
El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, viajó el domingo a la zona afectada por segunda vez y prometió que el gobierno «agilizará la entrega de todos los recursos necesarios» para la reconstrucción del estado, de 11 millones de habitantes.
El gobierno de Rio Grande do Sul recibe una ola de solidaridad, con donaciones de todo el país y una recaudación que ronda los 38 millones de reales (unos 7.6 millones de dólares).
En la central logística de Defensa Civil, las bolsas con donaciones formaban grandes montañas a la espera de distribución, según imágenes exhibidas en una rueda de prensa este lunes.
Más de 20 mil personas fueron alojadas en abrigos públicos y se montaron hospitales de campaña ante la evacuación de centros de atención médica.
Las clases en escuelas públicas de Porto Alegre fueron suspendidas hasta el miércoles, mientras las instalaciones son utilizadas como refugios, informó el municipio.
En tanto, la Secretaría de Salud del estado envió insumos médicos vía aérea a varios municipios anegados.
Vuelta de la lluvia
El volumen acumulado de lluvias superó en algunos municipios de las sierras los 600 mm la semana pasada, un tercio de la media anual de precipitaciones, según el sitio especializado MetSul.
Mientras, el Instituto Nacional de Meteorología (Inmet) alertó por nuevas tempestades de «gran peligro» en áreas del sur del estado, con lluvias de hasta más de 100 mm, vientos fuertes y posible caída de granizo hasta el mediodía del martes. En las zonas afectadas, la lluvia podría volver a caer con fuerza a partir del miércoles.
Según el climatólogo brasileño Francisco Eliseu Aquino, el desastre es consecuencia de un «cóctel desastroso» del cambio climático y el fenómeno meteorológico de El Niño, que favoreció las lluvias devastadoras que golpean el sur del país y otros eventos extremos.