Como todos los años, los católicos de Filipinas representan los últimos instantes de vida de Jesucristo dejándose clavar en cruces de madera o se flagelan hasta hacer saltar sangre en unas muestras extremas de devoción religiosa en el Viernes Santo.
Aunque la mayoría de filipinos van a la iglesia y pasan el festivo en familia, cientos de ellos se congregaron en los pueblos alrededor de la ciudad de San Fernando, al norte de Manila, para ver cómo algunos fieles se castigan a sí mismos para expiar sus pecados o pedir milagros a Dios.
Decenas de personas con el torso desnudo con sudarios negros y coronas hechas de hojas andan descalzos en las polvorientas calles, golpeando rítmicamente con varas de bambú sus espaldas ensangrentadas.