Tuvieron que pasar 20 meses, para que la plaza más grande del mundo, La Plaza México, pudiera abrir nuevamente sus puertas para la celebración de un espectáculo taurino.
Los nombres de Joselito Adame, Diego Silveti y Andrés Roca Rey tuvieron sobrado poder de convocatoria para abarrotar los tendidos de la monumental.
Todo estaba listo y previsto para disfrutar de una gran tarde de toros en la que se jugó un encierro de Tequisquiapan de Fernando de la Mora, serio y bien presentado del que lamentablemente solo destacó el que abrió plaza, al resto de la corrida le faltó casta y bravura.
El diestro Hidrocálido Joselito Adame, claro en sus ideas y conceptos, tuvo una destacada actuación con el primero de su lote al que logró extraerle muletazos de gran exposición por ambos pitones, su trasteo fue aseado y templado, el público jaleo con fuerza cada muletazo que presagiaba un triunfo grande. Todo se vino al suelo cuando el mayor de los adame fallo con la espada teniendo que conformarse con una sonora salida al tercio.
Con su segundo estuvo esforzado con capote y muleta, solo destellos y una tanda por el lado derecho que le permitió el deslucido quinto de la tarde. Se retiró en silencio.
El segundo espada del cartel Diego Silveti, no escatimo esfuerzo alguno toda la tarde, a su primero le realizó un emocionante quite por gaoneras. Su inicio de faena fue espectacular con dos cambiados por la espalda. Ya con la muleta el hijo de Rey David dejó aflorar su madurez y oficio, y pese a que el toro “Ministro” de Tequisquiapan tuvo una marcada tendencia hacia las tablas, Silveti le peleó en todo momento siempre dejándole la muleta en la cara hasta que logró engarzar dos buenas tandas por el lado derecho. Lamentablemente el trasteo del diestro de Guanajuato perdió todo brillo por la poca transmisión y deslucida embestida de su enemigo, Tras dejar una buena estocada recibiendo, no fue suficiente para poder cortar una oreja.
En su segundo corrió con la misma suerte, toro deslucido que apagó cualquier esperanza para que el torero pudiera lucir.
Tarde aciaga y cuesta arriba, vivió el torero peruano Roca Rey, su primero fue infumable, simplemente se quedó parado sin pegar una sola embestida tal pareciera que estaba frente a una mesa de centro.
Con su segundo Roca Rey salió dispuesto y determinado a cambiar el rumbo no solo de su actuación sino de la tarde, su inicio de faena fue esperanzador con muletazos cambiados y toreo por alto. Poco le duró el gusto a Roca Rey pues el de Tequisquiapan se apagó pronto.
Lo peor vino hacia el final, cuando se puso pesado con la espada y así escuchar los tres avisos. El diestro peruano se retiró entre silbidos al ver que su enemigo fue devuelto a los corrales.