En 1948, con apenas 22 años, Rosemary Brown vio algo raro mientras revisaba las fotografías de partículas desintegrándose con las que trabajaba en el equipo de física de rayos cósmicos de Bristol. Hoy sabemos que lo que vio es la «huella K«, la imagen especular de una partícula que, un par de años antes, habían descubierto en Manchester.
Y eso era lo interesante. Eso, precisamente eso, era lo revolucionario: sin apenas sospecharlo, Brown «rompió la simetría del Universo«.
¿Que rompió la simetría? Este mismo enero, Suzie Sheehy, , publicó en ‘Nature’ un artículo que se llamaba precisamente así: ‘How a forgotten physicist’s discovery broke the symmetry of the Universe‘. En él, la profesora asociada de Física de la Universidad de Melbourne explicaba que durante década los físicos habían asumido que las leyes de la naturaleza «se atenían a ciertas formas simétricas de funcionamiento».
El descubrimiento de Brown (que mostraba que esa partícula misteriosa se podía descomponer de formas distintas) destrozó esa idea. No fue algo inmediato: encontrar una explicación clara que nos permitiera entender lo que estaba ocurriendo requirió años de trabajo y muchos equipos de investigación.
Pero Brown ya no participó. El equipo de Bristol estaba en una posición inmejorable para la búsqueda de estas partículas elementales. Cecil Powell, su director, ganó el Nobel por el descubrimiento de otra de esas partículas y Brown lo aprovechó: publicó tres artículos académicos en los que aparecía como primera autora.
En 1956, los científicos de partículas tuvieron que reunirse en Estados Unidos para «debatir exactamente qué estaba pasando con los kaones» y entender por qué este tipo de partículas estaban comportándose como Brown había descubierto que se comportaban. Allí ya no había rastro de ella.
En 1949, tras casarse con el también físico Peter Fowler, había dejar la carrera científica y, según explicaba a la BBC, «dedicarse al hogar».
Las investigaciones siguieron, pero Brown quedó en el olvido. En los siguientes años, la física de partículas trabajó activamente contra sus ideas más fundamentales y el resultado de eso acabó permitiendo cosas como el descubrimiento del bosón de Higgs. Pero, sobre todo, permitió que cambiáramos la forma en la que pensamos en el mundo.
Y mientras el mundo seguía, el papel de Brown (que ya se apedillaba Fowler) se olvidó.
Hasta ahora. 75 años después, la Universidad de Bristol ha querido reconocer el impacto que Rosemary Fowler tuvo en la física contemporánea y le acaba de conceder el doctorado ‘honoris causa’ con 98 años. No fue solo su «rigor intelectual y curiosidad», explicaba el rector de la Universidad. Fueron también sus ideas las que allanaron «el camino para descubrimientos cruciales que continúan dando forma al trabajo de los físicos y a nuestra comprensión del universo».
El caso de Rosemary muestra que el Universo puede no ser simétrico, pero a veces sí que es (relativamente) justo. Aunque tarde 75 años en conseguirlo.