Por ejemplo, las hembras de estornino que tienen dosis de antidepresivos, como el Prozac, encontradas en aguas residuales, se vuelven menos atractivas para sus potenciales parejas, mientras que los machos se comportan más agresivamente y cantan menos para atraerlas.
La trucha marrón sufre de adicción a la metanfetamina y la perca de río, debido a los antidepresivos, les pierde el miedo a los depredadores, informa The Guardian citando la revista Nature Sustainability.
Los desechos también afectan a otras especies de peces. Por ejemplo, la contaminación con anticonceptivos provoca la reversión de sexos en algunas poblaciones, por lo que hay machos que se convierten en hembras y, consecuentemente, la cantidad de ejemplares se reduce.
Asimismo, se descubrió que fármacos como la cafeína, los ansiolíticos, los antidepresivos y los antipsicóticos están ingresando a los ecosistemas, al igual que drogas ilegales como la cocaína y la metanfetamina.
«Los principios activos farmacéuticos se encuentran en las vías fluviales de todo el mundo, incluso en organismos que podríamos comer», sostuvo Michael Bertram, profesor asistente de la Universidad Sueca de Ciencias Agrícolas, que participó en un estudio sobre la contaminación con fármacos de los ecosistemas.
Hay dos formas mediante las cuales las sustancias químicas ingresan al entorno. «Una es el tratamiento inadecuado de los fármacos que se liberan durante su producción. Otra es durante el consumo. Cuando un humano toma una pastilla, no todo ese fármaco se descompone dentro del cuerpo, por lo que, a través de los excrementos, el efluente se libera directamente al medioambiente», explicó Bertram.
No es la primera vez que se registran casos de este tipo. Por ejemplo, entre 1992 y 2007, la población de buitres en el sur de Asia se redujo el 97 % a causa del diclofenac que se le había administrado al ganado.
Por otra parte, aumentó la rabia, porque los perros comenzaron a comerse el ganado que ya no era consumido por las aves carroñeras.
Ante este panorama, los científicos estiman que los desechos que transforman a los animales salvajes, también podrían tener consecuencias inesperadas para los humanos. Con el objetivo de evitarlo, en su opinión, es necesario cambiar el proceso de producción de los productos farmacéuticos para que sean «más verdes».
«Los medicamentos más ecológicos reducen el potencial de contaminación a lo largo de todo el ciclo», afirmó Gorka Orive, profesor de Farmacia de la Universidad del País Vasco y coautor de la investigación.
«Los medicamentos deben diseñarse no solo para que sean eficaces y seguros, sino también para que tengan un riesgo potencial reducido para la vida silvestre y la salud humana cuando se encuentren en el medioambiente», advirtió.