Con dos goles de vestidor y dos goles en tiempo añadido, Tigres y Monterrey repartieron puntos
Con un recibimiento digno de final, más de 52 mil aficionados pusieron el ambiente en el Gigante de Acero, donde Rayados y Tigres se repartieron unidades, dejando como resultado un apasionante 3-3, en la edición 135 del Clásico Regiomontano.
Sorpresivamente, apenas en la primera jugada del partido, la visita abrió el marcador con un auténtico gol de vestidor, gracias a un excelente centro desde la banda derecha por parte de Javier Aquino, quien encontró habilitado a Juan Brunetta, este no dudó y marcó apenas a los 53 segundos, convirtiéndose en el gol más rápido en la historia de este derbi.
Tras el gol, Rayados se hizo por completo de la posesión de la esférica, generando un par de jugadas peligrosas, y cuando el cronómetro llegó a los siete minutos de tiempo corrido, Luis Romo marcó el del empate, a pase de Sergio Canales.
Pasando la media hora, el autor del empate tuvo que abandonar el terreno de juego debido a una molestia muscular y a pesar de que calentaba Omar Govea, que juega en su misma posición, Fernando Ortiz mandó un mensaje claro al rival, al darle minutos a Germán Berterame y así pasar a jugar con doble punta.
A nada de llegar al descanso, los dirigidos por Robert Dante Siboldi marcaron el segundo de la noche, nuevamente por una desconcentración de la defensa, siendo prácticamente una réplica del primero tanto. Fernando Gorriarán fue el encargado de anotar.
Para el segundo tiempo, la historia de la primera parte se repitió, apenas unos segundos después de que rodara el balón, los visitantes anotaron nuevamente, en un gran contragolpe comandado por André-Pierre Gignac, quien asistió a Brunetta para su doblete.
Llegando al minuto 60’, Gerardo Arteaga, quien disputaba su primer Clásico Regio, se metió hasta el corazón del área y marcó el 2-3, acercando a los suyos y dándole la esperanza del empate a su afición.
Para el final del encuentro, el árbitro central añadió ocho minutos, para posteriormente agregar uno más, por las pérdidas de tiempo de los jugadores de Tigres. Al 99, y con todos los Rayados de pie, Germán Berterame remató de cabeza y mandó el balón al fondo de las redes, poniendo el definitivo 3-3 y causando la erupción de todo el Estadio BBVA.