Luis de Tavira y Nailea Norvind visitaron Primera Emisión, con Pascal Beltrán del Río, para hablar acerca de la obra que protagonizan en el Teatro Fernando Soler
Para el actor Luis de Tavira, protagonista de la obra de teatro El padre, que está en temporada en el Teatro Fernando Soler, la historia en la que un ingeniero retirado se niega a aceptar que está perdiendo algunas facultades, aborda “el ocaso de la conciencia”. Así lo explicó en entrevista para Primera Emisión, con Pascal Beltrán del Río, en Imagen Radio, en el marco del Día Mundial del Teatro.
El teatro, en efecto, es el arte de la persona y la persona es una construcción de nuestro espíritu, de nuestra conciencia. Decía Nietzsche: ‘existimos para llegar a ser yo mismo’, lo cual luego nos lleva a descubrir que no hay ‘yo’ hasta que no descubramos un ‘tú’, es decir, aquello que somos frente a lo que no somos. Ahí está la zozobra de la existencia.
En esta obra, lo que sucede, lo que experimenta y se comparte con el espectador tiene que ver justamente con ese ocaso de la conciencia, de la mente; el ocaso cerebral, que implica que de pronto uno no sepa si está en la realidad o no.
Necesitamos un ancla para descubrir aquello que no somos ni es nuestra percepción; lo que llamamos realidad. Esa experiencia nos recuerda algo esencial de lo humano que es nuestra vulnerabilidad”, expresó Luis de Tavira.
El actor destacó que la pandemia fue una experiencia en la que todos nos supimos vulnerables, tras descubrir que nadie podía salvarse solo, sino que necesitábamos de los demás. Es el caso de El padre, en la que se retrata el amor profundo entre un padre y una hija, interpretada por la actriz Nailea Norvind, durante un momento no sólo del ocaso mental del primero, sino del colapso de la cuidadora.
Nailea Norvind coincidió en tal percepción.
El cuidador no tiene tiempo para cuidarse a sí mismo, porque se ha enfocado en el otro, en su padre. Y es curioso. Hay momentos en la obra en la que él no la necesita tanto, pero ella se impone y se produce más ese rechazo, la no comunicación. Lo que más queremos es comunicarnos y es lo que menos estamos haciendo. No nos escuchamos.
Es importante ese punto medio en el cómo puedes ayudar, sin imponer, y a la vez, la otra persona dejarse ayudar, porque es innegable que está pasando por un proceso que desconoce”, señaló Norvind.
Pascal Beltrán del Río aludió a la reacción del público al finalizar la obra, en la que muchos de los espectadores terminan llorando, al conectar con alguno de los personajes. Ante ello, Luis de Tavira comentó que de ahí la experiencia profunda que se vive en el teatro.
El espectador está ahí y de pronto se da cuenta de que la obra se trata de su vida, de lo que le pasa, que independientemente de las semejanzas y las grandes diferencias que puede tener con la situación que se está planteando, hay una manera de ir entrando y conectando la situación, que es aquello que está sucediendo y que hace que el espectador descubra lo que le sucede.
La experiencia del teatro es una de aquello que nos sobrepasa. Yo siento que aquello que aspiramos a que suceda en el teatro es que el espectador pueda decir al salir ‘no soy el mismo de quien entró’ y estoy seguro que algo tiene que cambiar en mi vida”, dijo De Tavira.
Norvind añadió que el teatro tiene esa función, la de humanizar y lograr una catarsis que “tiene que cambiar la forma de pensar o sentir”. Acerca de su personaje, Ana, la hija de Andrés, reveló que es complejo, pues se enfrenta a la fragilidad de su padre.
Tendemos a tener mucha ternura a eso, pero fue un padre muy imponente, lo dice en la obra, dice cosas terribles hacia la hija y la confronta a cada rato con frases como ‘no es inteligente’, ‘salió a su madre’ y ella lo toma y sigue existiendo ese amor incondicional por el padre; ahí está a pesar de todo”, manifestó.
Parte de la reflexión de El padre, escrita por Florian Zeller, de acuerdo con los interlocutores, es que aunque muchas personas consideran que tal experiencia de olvidar pasajes de su vida, en su pasado y presente, no les va a suceder, es más cercano de lo que parece.
Esta sociedad y este mundo en el que vivimos, en esta crisis humana en la que estamos más bien refuerza lo que le pasa a este personaje, es estar en la negación de ‘a mí no me va a pasar, eso le pasa a otros’ y un poco la situación y el conflicto tremendo es que el personaje está en la negación. Es un itinerario muy rudo, muy difícil y muy liberador al mismo tiempo, el que se va haciendo el camino hacia la aceptación.
Eso es algo que está pasando, que tenemos negado, nos tenemos prohibido envejecer. Queremos ser jóvenes, pero no oímos a los jóvenes y los jóvenes no saben que quieren ser jóvenes, pero ciertamente los que sí queremos ser jóvenes, somos los viejos”, agregó De Tavira.
Norvind retomó la palabra para agregar que la sociedad rechaza a la vejez, cuando es de suma importancia incluirla.
Es importantísimo que los jóvenes y los infantes, todos convivamos para poder irnos preparando, entendiendo y valorando”, dijo.
De Tavira cerró para hablar del futuro del teatro.
El futuro del teatro está ligado al futuro de lo humano. El teatro no va a desaparecer con una condición, la de que no desaparezca lo humano. El teatro ha producido dos palabras claves para referirse a la conducta humana. Una es persona, es una palabra teatral. La otra es… los hermanos Čapek, dramaturgos que escribieron una obra, al principio del siglo XX, que se trataba del robot. Entonces, la palabra robot es otra creada por un dramaturgo y el robot es lo humano convertido en máquina.
En estos momentos, el gran debate sobre la inteligencia artificial, creo que está en cuestión. El teatro estará ahí, donde perviva lo humano y lo humano va a pervivir mientras sigamos haciendo teatro”, concluyó.