En medio de un notorio nerviosismo de las fuerzas políticas de derecha, el ex jefe paramilitar Salvatore Mancuso regresó esta tarde a Colombia tras cumplir 16 años de prisión en Estados Unidos acusado del delito de narcotráfico.
Considerado uno de los más sanguinarios líderes de las llamadas Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) -que durante más de dos décadas masacraron comunidades campesinas acusadas de apoyar a las guerrillas- Mancuso regresa al país convertido ahora en verdugo de quienes lo apoyaron y estimularon en sus fechorías: mandos de las fuerzas militares, dirigentes políticos regionales y nacionales, empresarios locales y extranjeros que lo financiaron, gobernantes departamentales y -cómo no- el mismísimo presidente de la república de entonces, Álvaro Uribe Vélez.
Antes de su aterrizaje en el suelo por el que hizo correr ríos de sangre, el ex jefe de los escuadrones de la muerte ha dado puntadas del largo y tétrico relato que tiene para contar, señalando a Uribe de ser anfitrión, en su finca de la costa Caribe, de numerosas reuniones donde paramilitares, altos mandos del ejército y gamonales regionales planeaban acciones militares contra humildes labriegos inermes a los que señalaban de ser colaboradores de las fuerzas insurgentes.
Según ha dicho Mancuso, el objetivo de los asesinatos selectivos y las masacres, además de generar pánico entre los pobladores, era cumplir con la vieja teoría, aplicada por Estados Unidos en Vietnam, de “quitarle el agua al pez”, a su vez sustentada en la tesis desarrollada por las élites nacionales y regionales de Colombia de que “matar comunistas no es un delito”.
Hijo de un inmigrante italiano de Nápoles, Salvatore Mancuso nació en 1964 en la norteña ciudad ganadera de Montería, donde los caciques latifundistas reinaron como señores feudales hasta comienzos de los años 70, cuando llegaron a la región frentes guerrilleros, del Ejército de Liberación Nacional, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y el Ejército Popular de Liberación.
Convertido en una especie de “guardián” del orden en la región, Mancuso ingresó a las AUC a finales de los años 90 y en los albores del nuevo siglo ya era uno de sus máximos jefes, nombrado en el 2000 para encabezar la invasión a la región del Catatumbo, fronteriza con Venezuela, a la cual llegó con más de 300 paramilitares que cruzaron más de 800 kilómetros con la evidente complicidad de las fuerzas militares.
La ocupación del Catatumbo está registrada en la historia reciente de Colombia como una de las incursiones más sangrientas del paramilitarismo, con saldo de 13 masacres y al menos 200 campesinos asesinados. Una investigación del Centro Nacional de Memoria Histórica cuenta que “toda la población del Catatumbo fue declarada enemiga y objetivos militar”.
En 2022, durante una audiencia virtual desde Estados Unidos, el ex jefe paramilitar dio las coordenadas de varios lugares en la frontera donde había fosas comunes y reveló que la mayoría de los muertos de las AUC habían sido incinerados en hornos crematorios, al mejor estilo de los campos de concentración nazis.
En los próximos días -según ha dicho- hará demoledoras revelaciones sobre los orígenes del paramilitarismo ante la justicia transicional derivada de los acuerdos de paz de 2016, y se dedicará a cumplir con las funciones de “gestor de paz”, cargo en el que fue nombrado hace tres meses por el presidente Gustavo Petro, todo ello en medio de extremas medidas de seguridad.
Dos mil muertos NN en cementerio de Cúcuta
El arribo de Mancuso al país coincidió con la noticia de que, en el cementerio de Cúcuta, la principal ciudad fronteriza con Venezuela, cercana a la región del Catatumbo, fueron encontrados más de dos mil cadáveres en bolsas plásticas, sepultados irregularmente hace años.
Las primeras investigaciones realizadas por la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) señalan que al menos 211 de los cuerpos corresponden a desaparecidos, aunque la cifra podría elevarse a mas de mil teniendo en cuenta que en la primera década del 2000 fueron reportadas cuatro mil desapariciones en la región.
Con este macabro telón de fondo, las fuerzas políticas que apoyaron al ex presidente Uribe se han apresurado a deslegitimar la figura de Mancuso, tildándolo de “hampón” y “desalmado asesino” y omitiendo recordar que ellos mismos recibieron con atronadores aplausos al ex jefe de las AUC cuando entró al recinto del Congreso el 29 de julio de 2004, durante el primer mandato de Álvaro Uribe Vélez.