Gerardo conoció el slam (administración de cristal inyectado) por un joven que lo contactó en Grindr, aplicación de citas homosexuales con millones de usuarios en México.
“Cuando me escribió, me llamó la atención que se describía como ‘dulcero’, y como me gustó, pues tuvimos una cita y ahí me invitó a tener la experiencia de sexo inyectándonos cristal: tenía lista una jeringa como de insulina y un pedazo de elástico para encontrar la vena”.
El joven de 32 años recuerda que el efecto fue inmediato y muy estimulante: “me sentía super eufórico y muy caliente, yo perdí la noción del tiempo, pero nunca había tenido relaciones sexuales durante tanto tiempo: fueron horas”.
Después de esta experiencia, Gerardo se volvió fanático del slamming y ahora en su perfil de Grindr destaca el emoji de un anillo con un diamante, que significa que sabe administrar cristal intravenoso.
Jeremy Cruz Islas, psiquiatra y maestro en salud mental pública, describe que las prácticas sexuales en donde están involucrados ciertos tipos de sustancias, principalmente estimulantes, son llamadas chemsex, o sexo químico por su traducción al español, y el principal objetivo de mezclar drogas durante el acto sexual es prolongar las relaciones sexuales durante muy largos periodos de tiempo.
“Es una práctica que ya se desarrollaba, pero que hoy lo llamamos de esta manera; se ha venido estudiando desde los últimos 40 años, los principales fenómenos empezaron a describirse en Inglaterra y Australia.
“Hoy sabemos que sucede también en América Latina, en México, y que, a pesar de haber iniciado asociada a hombres que tienen sexo con hombres, es una una práctica que se está expandiendo a toda la población y que también los heterosexuales realizan”.
Aunque al hablar de mezclar sexo y sustancias estimulantes, saltan a la mente referencias al alcohol, la mariguana y los poppers (productos de nitrito de amilo que aumentan el deseo sexual, relajan esfínteres y prolongan la erección), la mayor amenaza a la salud pública viene del consumo de drogas químicas o duras, como la metanfetamina, conocida en el mundo del chemsex como cristal, ICE o crico.
“En América: en Estados Unidos y Latinoamérica se utilizan sustancias similares a la ketamina, GHB (extásis) y sobre todo metanfetamina, que es un grave problema hoy en los hombres que tienen sexo con hombres y las personas de la diversidad sexual, y se está extendiendo también a las personas heterosexuales”, describe el experto en diversidad sexual y prácticas sexuales.
La propia Secretaría de Salud federal admite que, entre 2017 y 2021, 53 por ciento de los mexicanos en tratamiento por adicciones solicitaron la ayuda por tener consumo problemático de cristal.
Y un estudio realizado por el Instituto para la Atención y Prevención de las Adicciones en la Ciudad de México reveló que casi uno de cada dos hombres gay y bisexuales habían probado una droga ilegal, y de estos, 44 por ciento lo hacía por lo menos una vez al mes.
Augusto, tiene 21 años y una gran experiencia combinando el consumo de drogas y sexo, desde lo más común, alcohol y mariguana, hasta cocaína, LSD, y recientemente cristal; él asegura que el crico ha mejorado su rendimiento sexual y este es el argumento con el que convence a su novia a que acceda a este tipo de prácticas, pues garantiza más placer para ambos.
“Como que tu cuerpo te exige, te pones bien caliente, te pones bien intenso y quieres tener sexo con tu pareja; a ella no le gustaba que consumiera cristal, pero era mi forma de tener sexo con ella y eso ya no la molestaba, porque podía complacerla más; aparte de que te quita lo pedo y te centras en lo que estás haciendo, en cómo tocarla, en cómo moverte, y puedes durar mucho tiempo”.
De manera científica, es posible entender por qué los usuarios buscan este tipo de prácticas, pues el consumo incrementa la potencia sexual y las capacidades para mantener relaciones sexuales (así como lo describe Augusto), pero también potencializa en los sujetos la posibilidad de soportar prácticas sexuales extremas y mantener simultaneidad de pareja.
En ese sentido, Jeremy Cruz alerta sobre el sexo químico como potencializador de prácticas sexuales de riesgo: “tenemos que entender que los practicantes de chemsex no pueden dejar las sustancias y las sustancias están vinculadas a las prácticas sexuales, generalmente asociadas a prácticas de sexo extremo: orgías, tríos, o incluso una nueva variante que se llama chemsex en solitario, donde sujetos van a consumir algún tipo de sustancia y se van a masturbar durante horas”.
Los mayores riesgos para la salud pública, describe el experto, son específicamente en los consumidores de metanfetamina o las drogas adulteradas con fentanilo, pues presentan mayor riesgo a la transmisión de VIH, Hepatitis C, Hepatitis B y también mayor riesgo de enfermedades mentales como psicosis.
“Y además otra serie de factores en salud mental como depresión, ansiedad, y el consumo de otras sustancias, hay un consumo de polisustancias, es decir, más de tres drogas. Específicamente puede haber una sobredosis y la muerte”.
Lamentablemente no ha estadísticas en México sobre el chemsex, lo que dificulta la aplicación de políticas públicas de prevención y atención.
“Suponemos con algunos datos de Clínica Condesa y otros centros de atención que alrededor del 20 por ciento de los hombres que tienen sexo con hombres practican el sexo químico”, explica Jeremy Cruz. Sin embargo, prácticamente nadad se sabe de esta práctica dentro de la población heterosexual y mucho menos quien la realiza en solitario.
Alberto, un hombre homosexual en recuperación por su adicción al chemsex, está convencido de que la mezcla entre drogas y sexo potencializó su nivel de dependencia a ambas: “definitivamente se acrecienta el riesgo. Se entrelazan dos actividades placenteras y se pierden los límites entre una y otra”.