Asesinados en sus hogares o a plena luz del día, abatidos por desconocidos o por sus seres queridos: la violencia armada volvió a azotar este año a Estados Unidos, que concluye 2023 con 650 tiroteos masivos, casi dos al día, en lo que supone el segundo peor dato desde 2014.
Solo en 2021 se superó esa trágica cifra con 690 tiroteos masivos, según Gun Violence Archive (GVA), un proyecto sin ánimo de lucro que recopila datos de periódicos locales y Departamentos de Policía para crear una base de datos nacional sobre la violencia armada.
En 2022 se contabilizaron 647 tiroteos masivos, definidos como aquellos en los que al menos cuatro personas resultan heridas o muertas en un solo incidente, sin incluir a quien los perpetra.
En 2023 se registraron tres tiroteos más, en total 650, convirtiendo este año en el segundo más letal desde que GVA comenzó a recopilar datos, en 2014.
Más de 120 armas de fuego por cada 100 habitantes
La razón por la que los tiroteos siguen produciéndose es simple: en Estados Unidos hay más armas de fuego que habitantes.
En concreto, hay unas 120.5 armas por cada 100 habitantes, según la organización de investigación suiza Small Arms Survey, que en 2018 estimaba que había 390 millones de armas en circulación en Estados Unidos.
Además, quienes suelen perpetrar tiroteos contra grupos de personas a menudo tienen problemas mentales o han experimentado cambios drásticos en sus vidas, como despidos o pérdidas de seres queridos, una situación que se exacerbó con la pandemia, detalló la investigadora.
Maine, escenario del tiroteo más mortífero de 2023
El tiroteo más letal de 2023 tuvo lugar en octubre en Lewiston, la segunda ciudad más grande del estado de Maine, donde un reservista del Ejército mató a 18 personas e hirió a otras 13 al abrir fuego primero en un boliche, donde se celebraba un torneo infantil, y luego en un restaurante.
El autor de esa matanza, Robert Card, de 40 años, sufría problemas mentales y, después del suceso, fue encontrado sin vida tras haberse suicidado en un camión cerca de una planta de reciclaje en la que había trabajado hasta hacía poco.
Escasa voluntad política
La crudeza de los tiroteos masivos suele generar intentos de reformar las leyes que regulan el derecho a poseer y portar armas de fuego, protegido por la Segunda Enmienda de la Constitución estadounidense. No obstante, estos esfuerzos rara vez producen cambios significativos.
En 2022, la terrible masacre en la escuela de Uvalde (Texas), donde perdieron la vida 19 estudiantes y dos profesoras, llevó al Congreso de EU a aprobar la ley de control de armas más importante de las últimas tres décadas.
A pesar de ello, para muchos, la legislación no aborda de manera suficiente un elemento crucial de los tiroteos: los fusiles de asalto, como los AR-15, diseñados como armas de guerra y que permiten que una persona pueda seguir disparando sin detenerse a recargar.
El presidente estadounidense, Joe Biden, ha pedido insistentemente la prohibición de los rifles de asalto, que ya estuvieron vetados entre 1994 y 2004. Sin embargo, se ha topado con la oposición casi unánime de la bancada republicana, actualmente en control de la Cámara Baja.
El actor más influyente, no obstante, es la Asociación Nacional del Rifle (NRA, en inglés), que contribuye económicamente a las campañas de candidatos presidenciales y miembros del Congreso para evitar que se aprueben leyes para reforzar el control de armas.
En las elecciones de 2016 y las de 2020, la NRA apoyó a Donald Trump, presidente entre 2017 y 2021, y que ahora parte como favorito para convertirse en el candidato republicano y enfrentarse a Biden en las elecciones del próximo año.