Veinte misioneros católicos fueron asesinados en todo el mundo durante 2023 y los países más letales fueron México y Nigeria, según un informe publicado hoy por la Agencia para las Obras Pontificias Misioneras (Fides).
En total, fueron asesinados en distintas circunstancias un obispo, ocho sacerdotes, dos religiosos, un seminarista, un novicio y siete hombres y mujeres laicos, lo que supone un aumento de dos muertos respecto al 2022, de acuerdo al informe publicado por la Santa Sede.
Fides explicó que una característica común de la mayoría de las víctimas es “su vida normal”, es decir, que “no llevaban a cabo acciones sensacionales ni hechos fuera de lo común que pudieran llamar la atención y ponerlos en el punto de mira de alguien”.
En este contexto, muchos de los misioneros murieron cuando iban a celebrar misa, asaltados a mano armada en carreteras muy transitadas, en ataques a conventos dedicados a la evangelización y la caridad pero también por secuestros y actos de terrorismo.
Por ejemplo, el único caso europeo recogido en el informe se dio en España, el asesinato del sacristán de la parroquia de Nuestra Señora de la Palma de Algeciras (sur), Diego Valencia, asesinado por un joven marroquí en enero de este año.
En América, el país más letal para los misioneros católicos fue México, donde murieron cuatro: el padre Juan Angulo Fonseca fue tiroteado en Jalisco; Javier García Villafaña en la carretera entre Cuitzeo y Huandacareo; y las jóvenes catequistas Gertrudis Cruz de Jesús y Gliserina Cruz Merino en una emboscada en Oaxaca.
En Estados Unidos, el obispo auxiliar de Los Ángeles, monseñor David O’COnnell, fue asesinado por el marido de la asistenta que le cuidaba, y el cura Stephen Gutgselle en un ataque con arma blanca en el rectorado de la iglesia de Fort Cahloun, Nebraska.
En África, Nigeria iguala los cuatro muertos de México: don Isaac Achi murió en un incendio de su parroquia en Níger perpetrado por un grupo armado; don Charles Onomhoale Igechi a manos de hombres armados en una carretera; el seminarista Na’aman Danlami, quemado vivo por bandidos en su iglesia, y el novicio benedictino Godwin Eze, secuestrado en su monasterio en Kwara y luego asesinado.
En ese continente, Burkina Faso registró otros dos misioneros asesinados, y uno en Tanzania, República Democrática del Congo y en Camerún.
En Asia, dos cayeron en Filipinas mientras que otras dos murieron en la Franja de Gaza, las laicas Nahida Khalil Anton y Samar Kamal Anton, madre e hija respectivamente asesinadas por francotiradores israelíes en el convento de monjas de la Madre Teresa.