EN BACKSTAGE CON RBD: ASÍ SE VIVE LA MAGIA DETRÁS DEL ESCENARIO

Son las cinco de la tarde y nos estacionamos frente a la puerta trasera del estadio. Faltan más de cuatro horas para que empiece el concierto, desde que nos bajamos del coche podemos ver a algunas personas con corbatas rojas, sombreros o estrellas en la frente. Hay quienes vienen con el emblemático uniforme del Elite Way School completo. No sabemos si llevan horas, días o semanas paradas frente al acceso principal, pero han pasado alrededor de 18 años para ver nuevamente a RBD en México.

El 19 de enero, la banda que fue un fenómeno en la década de los 2000, anunció su reencuentro con una gira por distintas ciudades de México, Estados Unidos, Colombia y Brasil. Un suceso que enloqueció a miles y miles de fans que habían esperado esta noticia por años. Como era de esperarse, Soy Rebelde Tour fue sold out en todos los recintos y rompieron récord con seis fechas en el Foro Sol.

Al entrar por el acceso que lleva a los camerinos podemos ver dos carpas montadas con sanitarios, salas de espera, oficinas y un comedor para más de 50 personas. Por los pasillos camina parte del staff y personal de seguridad de Soy Rebelde Tour, el team de vestuario transporta un rack lleno de outfits de diferentes colores de un lado al otro, algunos técnicos llevan parte del equipo de audio al escenario. Escuchamos que la mayoría hablan inglés. “El equipo de producción es estadounidense”, nos explican.

En la sala donde el crew de foto y video –que han acompañado al grupo desde el 25 de agosto que empezó la gira en el estadio Sun Bowl de El Paso, Texas– está instalado. Revisan el material de la noche anterior. Mientras, en el área de vestuario hay más de cinco personas trabajando en diferentes looks. Entre las vestimentas podemos ver una t-shirt blanca con lentejuelas que dice “Huele mi shampoo”, frase icónica del personaje que Anahí interpretaba en el melodrama que los lanzó a la fama.

En el escenario principal –donde horas más tarde aparecerán los protagonistas de la noche– únicamente están los instrumentos musicales (sí, vimos el pandero rosa de Anahí) y un par de botellas de agua. De pronto, un fan desde la primera fila, amablemente nos pidió hacerle una foto desde el escenario a una Barbie original de Mía Colucci que Mattel sacó a la venta en 2007.

Dulce María ya está en el venue. En 40 minutos podemos entrar a fotografiarla y platicar con ella. El resto de los integrantes fueron apareciendo en el estadio minutos después. En el camerino de Dulce nos recibe su hija María Paula sentada en un sillón con unas botas negras llenas de dibujos animados. “La verdad sí estoy un poco nerviosa, pero también muy emocionada”, nos confiesa la cantante segundos antes de distraerse con la pequeña, quien quiso terminar de maquillarla.

Al salir del camerino de Dulce María, la producción nos avisa que Maite está lista para que la visitemos. A ella no la acompaña su hija sino su mamá y una tía. Amablemente la cantante nos invita a sentarnos en uno de los sillones de ese cuarto y en medio de nuestra breve plática, Christian Chávez interrumpe para saludar a su amiga y hacerle un par de preguntas sobre el vuelo que tienen que tomar en un par de días. Así ha sido su vida los últimos meses y parecen estar acostumbrados a ello. Aprovechando la visita de Christian nos pasamos a su camerino. Afina algunos detalles de vestuario; se debate entre llevar un paliacate rojo que contrastaba con su traje negro con dorado o no. Al final opta por llevarlo puesto como cinturón.

Desde esas carpas, a varios metros del escenario, se escuchan los gritos de miles de fans que esperan con ansias ver a Anahí, Maite, Dulce María, Christopher y Christian reunidos. Parece que el tiempo no ha pasado, pero son los esposos de las mujeres del grupo quienes nos recuerdan que no es la gira de 2005. Orgullosos, Manuel Velasco, Paco Álvarez y Andrés Tovar esperan en la carpa a que se acaben de alistar. Acompañados de un café, platican sobre tópicos que, desde donde estamos, no podemos distinguir.

En el camerino de Anahí nos encontramos a la artista alistando los últimos detalles antes de salir al escenario. Trae unas tijeras en su mano izquierda con las que se despunta el pelo. Con el carisma que la caracteriza, nos saluda, se deja retratar y bromea con nosotros. A un lado suyo hay una mesa con aguas, pretzels con chocolate y fruta. Afuera la espera un grupo pequeño de fans que la quieren conocer. Quedan pocos minutos para que comience el show, pero ella le dedica un par a sus seguidores para platicar con ellos, tomarse fotos y firmarles algunos recuerdos que traen consigo.

A Christopher lo acompaña su novia Samantha Aguilar y un par de cristales energéticos que, nos dice, “son para las buenas vibras”. Una cámara de Televisa Espectáculos los espera para entrevistarlos, volvemos a pensar que nada ha cambiado. La conexión que tienen los cinco integrantes es muy grande. Terminan la entrevista y están listos para salir, caminan hacia el escenario y la nostalgia se apodera de ellos.

Al verlos juntos nos sumergimos en un viaje a través del tiempo, basta que se echen un par de miradas para saber que se están entendiendo. Recorren los pasillos que parecen interminables abrazados, platican y llegan a su destino: el escenario. Cada paso tras bambalinas deja una huella de lo que están creando en la actualidad, de lo que este grupo dejó en el corazón de sus fans y en la historia de la música.

Se apagan las luces, se escuchan los gritos, un círculo volador emerge en el escenario. Dentro de éste, aparecen los cinco integrantes de RBD. La incomparable voz de Anahí hace que el público retumbe: “Tengo un ticket sin regreso…”. Aunque hay un mundo lleno de magia detrás del escenario, el espectáculo apenas comienza.

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