Rosa Isela Estrella llegó a Acapulco para festejar su cumpleaños 54 con su hijo, su nuera y sus dos nietos. El viaje estaba planeado desde antes de la devastación del huracán Otis. Tenían listo el hotel y los boletos de avión. Tanto el hospedaje como el transporte quedaron cancelados, tuvo la opción de elegir otro destino turístico, pero mantuvo su elección por el puerto.
Rosa Isela salió con su familia de la Ciudad de México la tarde del viernes, hizo cinco horas en el carro de su hijo. Al llegar a Acapulco no tenía hotel, no hicieron reservaciones porque todavía muchos no cuentan con el servicio de telefonía.
Recorrió las calles casi tres horas buscando habitaciones, iban y venían por la Costera Miguel Alemán hasta que las halló. La mujer se sincera: donde se hospedaron no es precisamente lo que tenían planeado, se quedaron “en el que hubo”. Ella quería uno pegado a la franja de playa, que en su habitación abriera la ventana y viera la inmensidad del mar; que no cruzara calles para echarse un chapuzón, como en el hotel Las Torres Gemelas, donde habían reservado habitaciones antes de Otis, pero no pudo abrir para estas vacaciones.
Para este periodo vacacional serán el hotel Playa Suite, el Presidente, el Ritz y el Emporio los únicos de la franja de playa que tendrán habitaciones disponibles; en total sumarán 863 cuartos. El que más habitaciones tendrá será el Emporio, 430, y el que menos, el Presidente con 20.
Los que tienen habitaciones disponibles son los que están del otro lado de la playa o en la zona tradicional del puerto.
Es la 1 de la tarde del sábado y Rosa Isela ya se echó un chapuzón en el mar y se comió unos camarones con su familia en la playa del fraccionamiento Magallanes. Está contenta de volver a Acapulco como cada año, pero está sorprendida porque, dice, no se imaginaba que estuviera tan devastado. “Cuando veníamos entrando me dio mucha tristeza, me dieron ganas de llorar, mucho sentimiento, porque veo que les falta mucha organización; en la entrada había mucha basura y pienso que por ahí deberían de comenzar para evitar un foco de infección. Está feo todavía, pero dicen que estaba peor”, afirma.
Rosa Isela relata que decidieron volver a Acapulco por dos razones, porque les gusta y porque querían solidarizarse con los acapulqueños.
Padecen los locales
Rosa Isela y su familia es de las pocas que están este sábado, el primer día de vacaciones, en la franja de playa. Hay muy pocos turistas, tal vez, muy por debajo del pronóstico que lanzaron las autoridades que, en el mejor de los escenarios, sería 20% de ocupación.
Sin embargo, las mesas y sombrillas que se ofrecen, en su mayoría están vacías. Tampoco se ve a turistas montados en la banana o en las motos acuáticas, quizá sea porque no hay muchas motos acuáticas, ni bananas, ni tampoco turistas.
Eso lo sabe el matrimonio de Yesica Martínez y Juan Hernández. Los dos son prestadores de servicios. Ella es masajista y hace trenzas; él da el servicio del parachute. Desde el 24 de octubre no han dado ningún servicio ni tenido ingreso.
A su casa se le voló el techo y en estos días han vivido de la ayuda que les han enviado algunos de sus clientes y de los apoyos del gobierno federal. Ninguno de los dos intentó reactivar sus servicios este sábado, dicen que lo harán hasta la próxima semana cuando, esperan, lleguen más turistas. Ahora, Juan limpia la arena de la zona donde él labora regularmente. Asegura que hay todavía muchos vidrios y eso sería peligroso para sus clientes.
Juan cuenta que con la renta del parachute ha logrado todo lo que tiene, pero para esta temporada vacacional no será lo mismo. El huracán Otis cambió todo el escenario. La madrugada del 25 de octubre los vientos y las olas hundieron su lancha con la que hacía volar el parachute. Está hundida a unos 200 metros de la playa y no piensa sacarla porque hacerlo, dice, sería más caro que comprarse una nueva.
Ahora, para trabajar tendrá que compartir sus ganancias; no tiene opción. Se asoció con el dueño de una de las pocas lanchas que se salvaron y compartirán por la mitad las ganancias que logren. Antes de Otis cobraba 700 pesos por cada servicio, ahora sólo se quedará con 350.
Además, los principales clientes de Juan son los inquilinos del condominio Mar Azul. Sin embargo, la furia de Otis la descargó sobre el condominio, fue inclemente, ninguno de los 100 departamentos se salvó; les rompió todo. A casi dos meses, apenas en algunos departamentos hacen reparaciones, el resto están abandonados.