Hace cuatro años que ni doña Elia Pérez González ni sus hijas tienen que incluir entre los quehaceres ir a por agua al manantial. Antes iban dos veces al día y cargaban 20 litros a sus espaldas durante diez minutos.
“No era tanto, pero son diez minutos en los que se está muy bien en casa haciendo otras cosas”, bromea tímida esta productora de café mexicana. Al cocinar en su nueva estufa de dos fuegos tampoco se le llena ahora la casa del humo de la leña. Y sus tortillas hace rato que no guardan un sabor ahumado.
Las idas al mercado también son muchas menos desde que aprendieron a cultivar a conciencia hierbas, lechugas y chiles. La tecnología sostenible dio un vuelco a la vida de esta oaxaqueña y a la de gran parte de su comunidad. Lo que más agradece, dice, es el tiempo que gana. “Ha cambiado nuestras vidas. Estamos pensando en lo siguiente: en procesos de saneamiento de agua”, cuenta.
A Pérez, el tiempo nunca le sobra. Esta mujer de 55 años es madre soltera de dos jóvenes y alcaldesa de la comunidad de Zaragoza, en el municipio mexicano de Santa María Yucuhiti, en el Estado de Oaxaca. Ahí viven 130 familias, casi todas dependientes del café y demás cosechas. La vida en la ruralidad no ha sido siempre fácil.