Hace tres días la oficina de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) en el albergue temporal del Bosque de Tláhuac cerró definitivamente sus puertas. Kenson cumplió dos meses en esta zona esperando una cita, pero nunca se la dieron. Ya está cerrado, no nos dijeron nada, no sabemos qué hacer, pero soy un hombre fuerte y voy a esperar a conseguir mi permiso para vivir en México, relató.
Según estimaciones de las mismas personas consultadas por La Jornada que buscan la condición de refugiado, hay más de mil 500 migrantes dentro del albergue, pero afuera suman más de 500, quienes se han instalado en casas de campaña a lo largo de las banquetas de ambos lados de la avenida, abarcando una extensión de 550 metros.
Ahí cocinan, venden agua, duermen y lavan su ropa, pero la acumulación de basura es evidente y no hay autoridades locales ni federales que brinden apoyo, de modo que la avenida Heberto Castillo, de la colonia Miguel Hidalgo, en la alcaldía Tláhuac, se ha convertido prácticamente en un campamento.
Kenson es un joven haitiano de 25 años, lleva dos meses durmiendo en la calle, por lo que es una de las más de 2 mil personas extranjeras instaladas en casas de campaña afuera del bosque, pero en el día suelen meterse a las instalaciones para jugar futbol, estar en la sombra o buscar conexión de wifi.
Niños y adultos suelen permanecer en este bosque, por lo que la afluencia de visitantes de esta alcaldía ha disminuido, aunque hay personas que acuden con frecuencia a jugar y pasar un rato. Consideran que los migrantes no los molestan y ellos tampoco, porque debemos ser comprensivos con su situación, opinó Sebastián, un joven que acude los fines de semana a este bosque, donde suele jugar futbol rápido.
Kenson contó a este diario que temen que esta semana que comienza llegue personal de migración y los intente subir a autobuses para llevarlos a otro lado o fuera de la CDMX, porque la Comar ya no los atenderá aquí y existe mucha incertidumbre.
Tengo que esperar. No sé que va a pasar, pero la semana que viene, dicen que el martes, nos quieren llevar y yo quiero tener papeles para poder trabajar y poder traer a mi hija, a mis hermanos, relató.
Desde su punto de vista, México es una opción de vida. Realmente si yo encuentro permiso para trabajar aquí, para qué quiero ir a Estados Unidos; si tengo la oportunidad aquí, no tengo a qué ir a ese país. Si aquí puedo hacer una vida, mejor quedarme aquí, porque los mexicanos son buenos.
Lo cierto es que los días en la calle y en el bosque no son fáciles. Deben pagar para conseguir alimentos para desayuno, comida y cena. Si quieren darse una ducha les cobran 25 pesos en casas cercanas al bosque y 10 pesos para entrar al sanitario. La vida no es fácil así, no se puede trabajar, aunque algunos han conseguido empleo, pero barato, abusan de ellos y sin papeles no podemos ni buscar una casa para rentar, explicó.
Wilner comentó una situación similar. Ayer abandonó el albergue temporal porque sólo los dejaron estar 15 días, además de que únicamente aceptan a familias, mujeres embarazadas y adultos mayores.
Mi esposa, mi hija y yo nos vamos a un cuarto donde hay más personas, no es lo que quieren, pero no hay dónde quedarse. Es muy difícil seguir así, expuso entre la angustia y la desesperación.
En el albergue, contó, sí les dan comida, agua y pueden dormir, pero el baño está muy sucio, el agua sale fría y el lugar es feo, además de que las personas encargadas son groseras con ellos. Este diario intentó hablar con servidores de la Secretaría de Desarrollo Social del Gobierno de la CDMX, quienes se negaron.